viernes, 20 de marzo de 2020

INSPIRACION

A menudo me cuestiono, cuales son los motivos que me llevan a escribir algunas líneas, ya sea desde un pensamiento reflexivo, hasta un poema o una narración.
Es extraño como se mueven las ideas y como uno se atreve definitivamente a anotar virtualmente letras, que en realidad transforman sentimientos en escritura.
No podría escribir algo que no lo siento o simplemente hacerlo como una rutina o una práctica de algún deporte.
En mi caso mi inspiración la comparo al viento.
Según las leyes físicas el viento se mueve por diferencias de presiones, de un lado hacia el otro.
En el lugar donde yo vivo generalmente corre un aire fresco que alivia al lugar de los vapores y de la toxicidad del medio ambiente.
He estado en zonas donde el viento no corre, parece el lugar estático y ni siquiera los árboles saludan amablemente cuando uno pasa.
No solo uno disfruta el viento en temporadas de calor.
En oportunidades es tan solo una brisa y en otras hasta se torna violento.
Hasta en ocasiones los peques lo aprovechan para remontar cometas de diferentes tamaños, colores, figuras. ¡Y allá va!... ¡tan alto como la piola se lo permita!
Lo cierto es que hay temporadas y temporadas…
Así acontece cuando me tomo el tiempo para escribir…
A veces de acuerdo a lo que marque el corazón puede asemejarse a una brisa, en otras una ventisca y hasta tal vez un ventarrón.
En otras ocasiones mueve mis sentimientos de aquí para allá y no sé cuándo se detendrá ni a donde ira a parar.
Muchas veces hacen remolinos en mi cabeza las ideas y hasta quedo desorientado, como quien empieza a girar y girar… Me pregunto: “¿Qué clase de magia hacen los bailarines de ballet para no marearse?”
Cuando golpea fuerte la inspiración pareciera estar cerca de una playa y el viento sopla, y la arena vuela… y hasta parece que me arde la piel de los pequeños granos que golpean… y hasta me pongo lentes… claro para poder escribir…
Empiezo entonces a jugar con el viento, hasta que el me lo permite.
Ciertamente lo disfruto mientras está, mientras me deja sentirlo y me permite escribir algo.
Y giro… y me detengo… y pienso… anoto y borro… y trato de hacerlo con prisa… tratando de atraparlo… pero no puedo. Está solo un momento, hasta que los arboles de mi mente se detienen y dejan de caer hojas cual letras en un papel en blanco.
Luego releo aquello que el viento dejó anotado y su presencia siempre deja en mí, una profunda paz y calma.
Por ello comparo mi inspiración al viento.
Con permiso viento amigo, regálame de tu brisa otra vez, necesito inhalar tu aire y refrescar mi rostro, echar a volar contigo.
¡Y allá voy!, hasta donde me lleves, hasta cuando quieras, ¡tan alto como puedas!...

LA MEMORIA

Curiosas son las maneras que nuestra memoria guarda lo vivido y aquello que suele llamarnos la atención.
A veces situaciones que parecería fuesen sin importancia y sin embargo todo es depositado en diferentes lugares según su criterio, sin saber cuál es el orden que ella utiliza, para que en determinado momento de la vida salgan a luz.
Entonces nos sorprende con cosas viejas pero que parecen nuevamente para nosotros nuevas y tan vigentes aún.
No he encontrado contenedor más grande y hermoso que ella misma, pues es la madre de nuestras nostalgias y anhelos que pueden durar toda una vida…
Depósito de nuestra existencia que nos hace recordar lo que fuimos y lo que somos para que también en nuestro futuro ella nos marque el camino a seguir en nuestra vida.
Coleccionista de arte diverso que nos puede deleitar con sus historias pasadas.
Necesidad del alma para despertar aún lo que nos falta completar en este tiempo, para tratar de descubrir un poquito nuestra esencia, para ir rellenando los huecos de nuestra ignorancia, para ir respondiendo nuestras preguntas y dudas, para tratar de no tropezar nuevamente.

(fragmento de narrativa breve)

QUIERO

Quiero escribirle a la poesía,
quiero escribirle a una flor.
Quiero escribirle a la alegría,
quiero escribirle a un ruiseñor.
Quiero tomar una pluma de tus alas y
colocar el aire de un sueño.
Quiero escribirle a tu vuelo y
que anides en el sol.
Quiero escribirle a la vida y
cantar una canción.
Quiero escribirle a tu mirada y
que enciendas un farol.
Quiero escribirte mientras pueda y
que exista una razón,
para decirte que te quiero,
y que estás en mi corazón.

VOLVER

Es común decir que cada día es volver a comenzar.
Como tratando de olvidar todas las cuestiones acontecidas y recomenzar etapas cada día.
Pasa en la naturaleza que hay flores que abren en el día y cierran por la noche y en algunas ocasiones muy puntuales otras despiertan en la noche y duermen en el día.
Así pasa en el reino animal, la mayoría descansan por la noche y retoman energías al salir el sol, pero sin embargo, hay otros tantos que despiertan por la noche.
Incluso hay seres que contrariamente gustan alumbrar la oscuridad como para decirle al sol que guardaron energías y pueden alumbrar a su gusto y antojo.
Tal vez sería mejor decir: volver a renacer cada día, según el reloj y el calendario, con mayor o menor energías, pero saber comprender que la vida es respirar profundo, agradecer internamente, colmar nuestras esperanzas nuevamente y tan sólo vivir.
Volver entonces es continuar, es empezar, es morir y renacer, no dejar jamás atrás lo vivido, levantar vuelo, alumbrar caminos, despertar pasiones y adormecer rencores.

EL LIMONERO





EL LIMONERO

Hace un tiempo atrás decidí plantar en el fondo de mi casa un limonero.
Siempre me fascinó el hecho de tener plantas o algún árbol para poder ver su crecimiento y desarrollo.
Mis abuelos tenían mucha variedad de plantas y árboles, algunos frutales y otros no.
Era un placer entrar por ese caminito hacia la entrada principal de la casa y toparse con la higuera a la izquierda, aunque nunca me gustaron sus frutos, sin embargo sí el dulce de higos; recuerdo que mi abuela decía que la sabia del árbol era buena para las verrugas. Luego encontrarse con el árbol de mandarinas, el de manzanas, el sauce, los rosales, los perales, las boquitas de sapo (así la llamábamos de chico porque oprimiendo la flor abría sus pétalos y parecía una boca), la ruda (una planta con un olor amargo), la madreselva cuyo néctar era muy dulce.
Como si esto no bastara cuando ibas al fondo te encontrabas con una pequeña huerta y allí estaban las verduras las cuales se cultivaban para consumo de la casa.
En época de plantación parecía un pequeño agricultor ya que me encantaba ayudar a plantar todo tipo de verduras; claro previamente había que dar vuelta la tierra y sacar los yuyos, piedras y lombrices que iban a parar al gallinero donde se hacía una verdadera fiesta gallinácea.
Siempre entre vida, entre sombras, entre choclos y cañaverales, entre tierra y pasto, olores diversos y crecimientos en toda época del año.
Parecía mentira ver como crecían brotes en primavera y en otoño como parecían irse muriendo poco a poco.
Fue así que me hice amante de las plantas y de los árboles.
Nunca había podido por mi mismo plantar un árbol que diera frutos.
Fue en este invierno que obtuve mi limonero en un vivero que fui a dar averiguando como buen investigador que soy.
Ya había estado realizando compras en otra oportunidad y volví porque la señora que me atendió fue muy amable y sabe mucho de plantas.
Así fue que un día me aparecí en casa con un limonero cuyas raíces estaban desconcertadas sin saber cuál sería su destino.
Lo elegí a simple vista y si bien algunas hojas se mostraban medio secas la dueña me comentó que era un limonero que se encontraba en el campo, entonces la helada había hecho su trabajo, cosa que me resultó más intrigante aún: ¿se animaría a crecer en la ciudad? Y mayor aún la interrogante pues no sabía si el lugar sería bueno porque tenía que destruir un trozo de piso y cavar hondo para que en un lugar que yo elegí el cediera su voluntad dándose paso a la vida.
En fin, entre dolores de brazos y de rodillas pude disponer la suerte del limonero.
Seguí cuidadosamente las instrucciones hasta su riego y su poda cuando la luna estuviera menguante.
Entre fungicidas y fertilizantes traté de ser un buen padre para que no se enfermara.
Lo miraba casi todos los días y hasta hacía una marca en la pared imaginariamente para ver si estaba más alto.
Los primeros meses estuve en la duda seriamente sobre su correcto crecimiento.
¿Estás bien?- le preguntaba -
Su silencio a veces era cruel para mis ansias de soñador…
Cuando comenzó la primavera las plantas reverdecieron y mi limonero empezó a crecer.
¿Y esto qué es?- le pregunté a mi esposa -
Son azares - me respondió -, a lo que quedé sin palabras ante tal regalo de mi limonero.
¡Qué fragancia maravillosa y que tonalidad tan exquisita!
Parecía un tonto enamorado de una flor, no tan amante como El Principito, pero sorprendido por semejante belleza.
Es curioso; pero ahora me está observando mientras escribo esta historia… ya hemos aprendido a comprendernos silenciosamente.
Lo abracé y agradecí su gentileza, a lo cual él me respondió regalándome su exquisito perfume que perdura en mi piel como un regalo del cielo…
Los limones ya han crecido bastante y nuevos brotes salen cada día.
Entre plantas y mi limonero me siento feliz y hasta tal vez adopte alguna otra si es que ella me lo permite.
Ahora entro a mi casa, traspaso habitaciones hasta salir al fondo; allí encuentro ese mundo en miniatura que vivo de grande y que me hace recordar aquél mundo de gigantes que vivía de niño…
Aún puedo mirar mi limonero desde arriba; hasta que un día el me mire de lo alto y pueda sentirme nuevamente pequeño…

martes, 17 de marzo de 2020



GORRIONCITO


Desde pequeño me han gustado los pájaros.
No podía entender como hacían para volar tan alto con sus pequeñas alas.
Cuantas veces pensé: ¡quiero ser un pájaro!
Y cuantas veces moví mis brazos, pero sin poder volar.
Los miraba en los árboles, en el suelo y en el aire, rapidísimos según su urgencia.
Como broche especial se ponían a cantar con tonalidades diferentes según su especie.
Siempre me dieron la sensación de que estaban felices y libres, que no tenían demasiadas preocupaciones.
Pero claro, había que cuidar de los suyos, traer la comida para sus pichones, armar su nido en cada primavera.
Allí, en esa época, era cuando más los disfrutaba.
Y mi favorito era el gorrión.
Entre matices entre marrón, anaranjado y blanco, amarillo, gris, negro y celeste.
Con patitas chuecas, a saltitos, de pancita entre gorda y flaca, con ojos bien negritos y mirada dulce.
Chúcaros por naturaleza, no era jactanciosa su presencia, sino con modesta desconfianza su arribo.
Apenas uno les tiraba unas migas de pan y allí venían; eso sí, mirándote de reojo, por las dudas.
Después se les hacía un hábito y todos los días allí estaban, esperando con mucha ansiedad.
Luego satisfechos de tal banquete sacudían sus alas, se repollaban y parecían regordetes.
Mis abuelos tenían una casona vieja, con muchos árboles, techo de chapa y ventanas con persianas grandes, que daban a un bello jardín.
Habían rosales, durazneros, perales, mandarinas, madre selva, burucuyá y pastizales.
Era un deleite para los pájaros acercarse a tan hermoso lugar.
Cuando llovía, el ruido en las chapas era ensordecedor, pero lleno de música a mis oídos.
Al amanecer, cuando la tormenta se había disipado, como por arte de magia, me despertaban los cantos de los gorriones y compañía.
¡No podían faltar los baños de sol en la tierra!
Era difícil comprender tal higiene, pero ellos sacudían su plumaje y disfrutaban de la fiesta.
¡Que manera más hermosa de cavar un pequeño hoyo en la tierra!
Casi nunca los veía pelearse, compartían todo, desde los escándalos, hasta la comida, las venidas y las huidas.
En pasado y en presente: ¡te admiro gorrioncito!
Ahora te sigo escuchando y mirando volar como siempre lo has hecho, sin cambiar con el paso del tiempo.
Te doy gracias amiguito porque me has alegrado la vida, que ha ido también de a saltitos entre penas y alegrías.
Mis ojos muchas veces han mirado también con desconfianza, pero tú no tienes rencores como yo a veces tengo.
A veces vuelo en apuros, en ansiedades e impaciencias; tú vuelas cuando lo necesitas.
Tú cantas por agradecimiento o alegrías y llamados; yo hablo no siempre agradecido, a veces sin melodías o con silencios injustificados.
Hoy salí al fondo de mi casa y encontré los restos de alpiste que ayer juntos compartimos con tanta algarabía.
Ojalá no hallamos molestado demasiado.
Quizás ahora me entiendas, porqué de niño y aún ahora, quiero ser un pájaro igual que tú.

Dante