viernes, 20 de marzo de 2020

EL LIMONERO





EL LIMONERO

Hace un tiempo atrás decidí plantar en el fondo de mi casa un limonero.
Siempre me fascinó el hecho de tener plantas o algún árbol para poder ver su crecimiento y desarrollo.
Mis abuelos tenían mucha variedad de plantas y árboles, algunos frutales y otros no.
Era un placer entrar por ese caminito hacia la entrada principal de la casa y toparse con la higuera a la izquierda, aunque nunca me gustaron sus frutos, sin embargo sí el dulce de higos; recuerdo que mi abuela decía que la sabia del árbol era buena para las verrugas. Luego encontrarse con el árbol de mandarinas, el de manzanas, el sauce, los rosales, los perales, las boquitas de sapo (así la llamábamos de chico porque oprimiendo la flor abría sus pétalos y parecía una boca), la ruda (una planta con un olor amargo), la madreselva cuyo néctar era muy dulce.
Como si esto no bastara cuando ibas al fondo te encontrabas con una pequeña huerta y allí estaban las verduras las cuales se cultivaban para consumo de la casa.
En época de plantación parecía un pequeño agricultor ya que me encantaba ayudar a plantar todo tipo de verduras; claro previamente había que dar vuelta la tierra y sacar los yuyos, piedras y lombrices que iban a parar al gallinero donde se hacía una verdadera fiesta gallinácea.
Siempre entre vida, entre sombras, entre choclos y cañaverales, entre tierra y pasto, olores diversos y crecimientos en toda época del año.
Parecía mentira ver como crecían brotes en primavera y en otoño como parecían irse muriendo poco a poco.
Fue así que me hice amante de las plantas y de los árboles.
Nunca había podido por mi mismo plantar un árbol que diera frutos.
Fue en este invierno que obtuve mi limonero en un vivero que fui a dar averiguando como buen investigador que soy.
Ya había estado realizando compras en otra oportunidad y volví porque la señora que me atendió fue muy amable y sabe mucho de plantas.
Así fue que un día me aparecí en casa con un limonero cuyas raíces estaban desconcertadas sin saber cuál sería su destino.
Lo elegí a simple vista y si bien algunas hojas se mostraban medio secas la dueña me comentó que era un limonero que se encontraba en el campo, entonces la helada había hecho su trabajo, cosa que me resultó más intrigante aún: ¿se animaría a crecer en la ciudad? Y mayor aún la interrogante pues no sabía si el lugar sería bueno porque tenía que destruir un trozo de piso y cavar hondo para que en un lugar que yo elegí el cediera su voluntad dándose paso a la vida.
En fin, entre dolores de brazos y de rodillas pude disponer la suerte del limonero.
Seguí cuidadosamente las instrucciones hasta su riego y su poda cuando la luna estuviera menguante.
Entre fungicidas y fertilizantes traté de ser un buen padre para que no se enfermara.
Lo miraba casi todos los días y hasta hacía una marca en la pared imaginariamente para ver si estaba más alto.
Los primeros meses estuve en la duda seriamente sobre su correcto crecimiento.
¿Estás bien?- le preguntaba -
Su silencio a veces era cruel para mis ansias de soñador…
Cuando comenzó la primavera las plantas reverdecieron y mi limonero empezó a crecer.
¿Y esto qué es?- le pregunté a mi esposa -
Son azares - me respondió -, a lo que quedé sin palabras ante tal regalo de mi limonero.
¡Qué fragancia maravillosa y que tonalidad tan exquisita!
Parecía un tonto enamorado de una flor, no tan amante como El Principito, pero sorprendido por semejante belleza.
Es curioso; pero ahora me está observando mientras escribo esta historia… ya hemos aprendido a comprendernos silenciosamente.
Lo abracé y agradecí su gentileza, a lo cual él me respondió regalándome su exquisito perfume que perdura en mi piel como un regalo del cielo…
Los limones ya han crecido bastante y nuevos brotes salen cada día.
Entre plantas y mi limonero me siento feliz y hasta tal vez adopte alguna otra si es que ella me lo permite.
Ahora entro a mi casa, traspaso habitaciones hasta salir al fondo; allí encuentro ese mundo en miniatura que vivo de grande y que me hace recordar aquél mundo de gigantes que vivía de niño…
Aún puedo mirar mi limonero desde arriba; hasta que un día el me mire de lo alto y pueda sentirme nuevamente pequeño…

No hay comentarios:

Publicar un comentario