PÁJARO DE COLORES
“Tengo la felicidad en la mano, es un pájaro de colores que late una dulce canción siguiendo el ritmo de mi corazón, para conservarlo debo mantener la palma abierta, darle la posibilidad de volar y rezar porque desee quedarse” M.C.
Comenzaste a volar…
Y de chiquito, antes que tuviera uso de razón, otros podían percibir tu
canto y tus colores tan bellos como el arco iris.
Comencé a buscar quienes te habían conocido, para despertar de mis
sueños enmudecidos, para aprender a dejarte posar en la palma de mi mano.
Pensé que estaba loco de fantasías y solamente poseía aterrizajes
forzosos en mis cortas razones.
Sin embargo te nombraron otros y lo adquirí para mí “pájaro de colores”
Salimos juntos aquella primavera y sin saberlo hiciste que floreciera la
primera ilusión y como un niño al recibir su primer juguete, así fue mi
felicidad al tenerte a mi lado.
En tu trinar alegre y dulce nacieron mis deseos que estaban sin salir a
luz, que no tenían vida, porque les faltaba el aire que me diste con tu primer
canto.
A pesar de tener alas y yo simples brazos, poco importó para que te
posaras en mi mano y alegraras mis días.
Poco comparabas tus infinitas ganas de libertad y tu canto, a mi
libertad condicional que acallaba mi voz tristemente.
Sin embargo viniste a mi lado.
Buscabas darme ánimo y renovar mis ansias, llenándome de paz y
felicidad.
Y me abriste alas y nos echamos a volar juntos, sin lugar ni tiempo, sin
razones que nos ataran a esta tierra pequeña, para llevarme a tu mundo
inmensamente maravilloso.
En la entrada a tu reino tuve que dejar mis creencias y supuestas
verdades, para simplemente sonreír al verte posar y empezar a entonar una
canción nueva.
Me enseñaste que podía estar contigo siempre y cuando lo deseara,
siempre que aprendiera a soñar en colores, siempre que estuviera dispuesto a
dejar por un tiempo “mi tiempo” y abrir puertas a otras realidades.
Y te vi entre risas, entre felicidad plena, entre otros “pájaros de
colores”
Para mi sorpresa me dijiste tantos nombres que no los recuerdo…
Me explicabas a quienes pertenecían y que anhelaban despertar.
Yo me quedé en silencio para descubrir si estaba aún despierto…
Te pregunté porque habías venido a mí y simplemente me sonreíste…
Desde entonces cada vez que te busco te dejas ver, pero sé que no eres
fácil de domesticar.
Pensé: ¡claro sino sería sencillo conseguir en el mercado uno de ellos!
Y me enseñaste tú, otro nombre, que en nuestro idioma se llama “felicidad”.
Cerré nuevamente los ojos y quedé en silencio conmigo mismo… extendí mis
brazos y desde una ventana mágica volaste a mis manos.
Con delicadeza extrema acaricié tu plumaje tornasolado y comenzaste a
entonar una nueva canción, otra diferente, más dulce…
Y entre notas musicales, silencios de redondas y octavas exquisitas me
llenaste de felicidad…
“siento aun el canto en la punta de mis dedos, creo en su canción” M.C.
A mi amiga Malena quien
posee uno de ellos…
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