LA NIÑA ENCANTADA
Casi siempre me he hecho la pregunta, si existen como en
los cuentos infantiles, seres encantados, que hacen realidad nuestros deseos y
nos llenan de felicidad.
¡Bah!, tan sólo tonteras; algunos pensarán, tal vez…
Lo cierto es que la niña encantada se presentó hace un
tiempo en mi vida, como resolviendo acertijos ante mis ecuaciones inconclusas.
El encantamiento no es sólo un cuento para niños, es un
cuento que me enseñó mi pequeña niña, cosa que es diferente…
Desde el primer hechizo que recibí con su llegada,
comprendí por fin que existen lugares mágicos.
Comprendí que mi presencia era tan sólo vanidad, ante su
amor bello y puro.
No podría haber visto parte del cielo sin su presencia,
que parecía insignificante, por la oscuridad que me rodeaba.
Todo comenzó cuando llegaste a mí, de pequeña, cuando
necesitabas que te cuidaran, para conocernos un poco más, para hacerme creer
que tú necesitabas de mí.
Te dejaste ver necesitada, para comprender mi naturaleza,
para saber a quién ibas a brindar tu mágico amor.
¿Cómo entender la música, sin conocer los sonidos?
¿Cómo entonces comprender tu encantamiento, sin haber
estado nunca hechizado?
Suerte de testigos compartidos tuvimos ambos con nuestra
familia.
Entonces cuando me preguntaba si era cierto lo que estaba
ocurriendo, tuve quienes me golpeaban la razón para entenderlo.
Y te nombré mi niña encantada, para matar mis ansias de
tener una damita especial.
Las flores empalidecían ante tu delicadeza, parecías andar
de puntillas con pasitos presurosos, con una mirada profunda y tibia tus ojos
iluminaban mi alma y como un almohadón de plumas eran tus caricias.
Mis deseos acallaban ante tu presencia, tan sólo deseaba
sentarme junto a ti, para que me mostraras tu mundo tan diferente al mío.
Y sin embargo mucho tiempo después de tu llegada comencé
a entender tus encantos.
Encantos que van mucho más allá de la profundidad del mar
o de lo alto de las montañas.
Mi niña encantada, con tu mágico disfraz, que vestías tan
sólo diferente, para no darme cuenta de que se trataban tus trucos.
Trucos que nunca aprendí, que traté de imitar con los
humanos y casi nunca pude lograrlo.
Como todo hechizo en algún momento debías de desaparecer…
Y siento tu ausencia; tu pureza me hace falta; tu amor es
inalcanzable.
¡Mi niña encantada!
Cuando me dijiste tu nombre, me lo nombraste bajito, para
tratar de parecerte a nosotros, entonces me susurraste al oído:- “Lulu belle”
Ojitos de algodón, uñitas de muñeca, colita de espuma,
pantaloncitos inflados, orejitas de triangulitos de manteca y un idioma que me
enseñaste a maullar.
Mi niña encantada, mi gatita mimada.
Ensalada de frutas dejaste en mi corazón cuando te
fuiste, un mar de incertidumbres en mi cabeza, una lección para seguir
aprendiendo cada día y un te amo para siempre…
A mi gatita Lulu belle, la más bella de todas las niñas
encantadas…
Dante
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