TIEMPO MIO
Hace tiempo tuve una casa chica y una
infancia grande.
Tiempo lejano en la vida y cercano al
corazón.
De espacios a veces reducidos, pero
con libertad de emociones.
De salidas tempranas y regresos
tardíos.
De vecinos que te miraban de reojo
y te brindaban todo cuanto estaba a su
alcance.
De buenos compinches de parrandas, de
guerras y paz pasajeras, de risas, de querernos con todo y elaborar fantasías.
A mis amigos y a mí, de casas
diferentes e infancias compartidas, nos gustaba vivir fuera del marco de la
monotonía de nuestros padres.
Nos gustaba el aire diverso, de
quietud en los descansos y ventarrones en las travesuras.
No nos poníamos tiempos, ni el reloj
nos controlaba.
Nos controlaban los ánimos de seguir o
parar en cosas que parecían solo importarnos a nosotros.
Poco bastaba para reunirnos y sin
excusas, pues no las inventábamos ya que era todo un compromiso para nosotros.
El tiempo siempre era bueno, pues
acompañábamos sus estados de humor y en los cambios de estación era sólo mudar
nuestra ropa.
Había ánimos siempre nuevos, bríos
entusiastas ante cualquier evento, festejos injustificados, alegrías simples,
tristezas fugaces, amistades sin reparos.
De descubrimientos estaba llena
nuestra vida, parecía no existir un día igual al otro y eran interminables por
nuestro deseo de vivirlo.
Para nosotros todo era hecho por un
gigante que tenía un gran corazón y una mirada muy dulce, para que todo fuera
tan hermoso.
Y fue un tiempo muy grato y te llevo
dentro.
Si te miro en mis años te veo lejano,
si te miro en mi alma estás aquí como si nada hubiese transcurrido.
Si te cuento por lo vivido estás como
alejado de mis pensamientos, si te cuento por lo que anhelo estás a mi lado.
No digo que te añoro, sino que te
extraño.
No digo que te fuiste, sino que has
estado siempre.
Salgo a la puerta de aquel edificio de
apartamentos, miro hacia enfrente y puedo ver ese arbolito que en verano hay
que tener cuidado porque tiene gusanos peludos.
Antes le toco la puerta a mi amigo que
vive al lado, tiene un perro amarillo, mezcla de razas que ya me mordió una vez
por tirar un avión de papel de diario, lo fui a buscar y ¡que susto me llevé!
Nos peleamos a veces, pero no importa,
igual le digo si quiere jugar, no importa a lo que sea.
Ya se suman un par de amigos más y
capaz que podemos jugar un partido de fútbol.
¡Qué bueno!, a romper otra pelota más
(eso dice mi padre), lo que pasa que nos ponemos en la vereda y pasan los
autos, aunque capaz que vamos al campo en la esquina.
¡Qué lástima!, ¡me sonó el teléfono!;
después lo seguimos, más tarde, ahora tengo otras cosas que hacer.
Bueno, te dejo querido tiempo...
Dante
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